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Resumen

Un estudio reciente de Chen et al. [1] analizó una muestra de 2,683 mujeres posmenopáusicas de la cohorte del Women’s Health Initiative (WHI), con índice de masa corporal normal (IMC; 18.5 a < 25 kg/m2), sin enfermedad cardiovascular (ECV) conocida y en quienes su composición corporal, determinada por absorciometría de rayos X de energía dual (DXA), estaba disponible. Después de un seguimiento de 17.9 años, hubo 291 casos de ECV (enfermedad coronaria [EC], accidente cerebrovascular o la combinación de ambos). Después de ajustar por factores de confusión (es decir, demografía, estilo de vida, factores clínicos), no se encontró que ni la masa de grasa corporal total ni el porcentaje de grasa estuvieron relacionados con el riesgo de ECV. Un mayor porcentaje de grasa en el tronco y en las piernas se relacionó con un aumento y disminución de riesgo de ECV, respectivamente. La asociación de la grasa del tronco con el riesgo de ECV se atenuó pero se mantuvo significativo incluso después de hacer ajsute por circunferencia de la cintura o el índice cintura-cadera. Una combinación de grasa de tronco más alto y menor grasa de la parte inferior de la pierna se relacionó con un mayor riesgo de ECV. Los autores concluyeron que, en mujeres posmenopáusicas con un IMC normal, tanto la grasa de tronco elevado como la grasa reducida de las piernas aumentan el riesgo de ECV.

Comentario

Después de la menopausia, hay un aumento del riesgo cardiovascular (RCV), básicamente debido a un aumento del peso corporal [2]. A pesar de que el IMC es un indicador de adiposidad y, por tanto, un marcador de RCV, su valor predictivo de RCV o ECV es limitado [3]. Un aspecto relacionado importante es que, durante la transición menopáusica, las mujeres desarrollan un aumento de la adiposidad principalmente en la cintura. De hecho, muchas mujeres con obesidad abdominal tienen un IMC normal. En el presente estudio, los autores probaron la hipótesis de que entre las mujeres posmenopáusicas con IMC normal, los depósitos regionales de grasa corporal, según lo determinado por DXA (grasa del tronco o de las piernas), estarían relacionados con la ECV.

La ganancia de masa grasa en mujeres perimenopáusicas y posmenopáusicas jóvenes puede determinar uno de dos fenotipos: la forma de “manzana” debido a la acumulación de grasa en el abdomen o la forma de “pera” debido a la acumulación en los glúteos. Estos fenotipos confieren diferentes alteraciones metabólicas fisiopatológicas y, como se observa en el trabajo de Chen et al. [1], diferentes riesgos cardiovasculares. El WHI reclutó a más de 160,000 mujeres posmenopáusicas (50-79 años) entre 1993-1998, y la submuestra estudiada de 2,683 mujeres posmenopáusicas del presente estudio fue objeto de seguimiento durante una mediana de duración de casi 18 años. Estas mujeres no eran obesas en términos de IMC. El estudio de Chen et al. [1] proporciona evidencia de que incluso en mujeres no obesas, la deposición de grasa “regional” produce diferentes cambios inflamatorios, alteraciones endoteliales y probablemente resistencia a la insulina. Sin embargo, delinear las posibles vías implicadas todavía requiere estudios diseñados apropiadamente en mujeres no obesas (IMC normal). La variabilidad en la distribución de la grasa en mujeres de la misma edad ha sido descrito previamente. Un mayor riesgo de diabetes tipo 2 (el resultado final y más manifiesto de la resistencia a la insulina), hipertensión e hipercolesterolemia se ha asociado con el fenotipo “manzana” [4,5].

Un aspecto que requiere una investigación adecuada, que no está definido en el trabajo de Chen et al., es el grado de actividad física en mujeres con ambos fenotipos que permitiría comprobar la sensibilidad a la insulina en relación con la actividad física regular / semana. El ejercicio regular programado puede ser un antídoto para mejorar la resistencia a la insulina y el metabolismo del colesterol [6]. Además, el estudio no mencionó la prevalencia del síndrome de ovario poliquístico (SOP) en la población de estudio, que se puede estimar en alrededor del 10% pero puede variar según la etnia [7]. El SOP puede contribuir al patrón de acumulación de grasa en esta reportda población no obesa. Las mujeres con SOP no obesas pueden mostrar una tendencia hacia la aterosclerosis subclínica debido al depósito de grasa visceral, que es el principal predictor de este fenómeno en las mujeres con SOP [8].

Un tercer aspecto que falta en la publicación de Chen et al. [1] es el antecedente de trastornos hipertensivos del embarazo o preeclampsia, que pueden estar asociados con una diversidad de alteraciones metabólicas que pueden persistir después del embarazo o aumentar después de la menopausia en mujeres obesas y no obesas. Meta-análisis indica que las mujeres que han sufrido preeclampsia tienen un mayor riesgo de ECV [9] y diabetes años después del embarazo [10]. Un meta-análisis reciente también ha demostrado que en el período de seguimiento a mediano o largo plazo, las mujeres con preeclampsia / eclampsia todavía tienen peores perfiles metabólicos y bioquímicos que aquellas que no padecieron el síndrome [11].

Aunque el estudio tiene sus fortalezas, como su diseño prospectivo, seguimiento a largo plazo, exploraciones DXA seriadas para medir la composición corporal, registro de eventos de ECV y la determinación de varios biomarcadores séricos que brindan plausibilidad biológica para un vínculo entre masa grasa regional y el desarrollo de ECV, aun así tiene limitacines, como afirman los autores, por su naturaleza transversal que no proporciona una relación causal entre la grasa corporal regional y el riesgo de ECV. A pesar de esto, los estudios centrados en la pérdida de peso han determinado que una reducción de la grasa del tronco puede resultar en una mejora de los indicadores cardiometabólicos, mientras que la reducción de la grasa en las piernas puede conducir a un mayor riesgo de ECV [3]. Como afirman los autores, se necesitan más estudios clínicos para determinar mejor la relación causal entre la grasa corporal regional y la ECV, incluida una mejor determinación de la etnia (básicamente caucásicos en la cohorte WHI). De hecho, los informes indican que la ECV pueden variar según la raza; por lo tanto, los estudios futuros deben controlar este factor.

Peter Chedraui
Director, Instituto de Investigación e Innovación en Salud Integral, Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, Guayaquil, Ecuador

Referencias

  1. Chen GC, Arthur R, Iyengar NM, Kamensky V, Xue X, Wassertheil-Smoller S, Allison MA, Shadyab AH, Wild RA, Sun Y, Banack HR, Chai JC, Wactawski-Wende J, Manson JE, Stefanick ML, Dannenberg AJ, Rohan TE, Qi Q. Association between regional body fat and cardiovascular disease risk among postmenopausal women with normal body mass index. Eur Heart J 2019; 40:2849-2855.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/31256194
  2. Davis SR, Castelo-Branco C, Chedraui P, Lumsden MA, Nappi RE, Shah D, Villaseca P; Writing Group of the International Menopause Society for World Menopause Day 2012. Understanding weight gain at menopause. Climacteric 2012; 15:419-29.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22978257
  3. Sahakyan KR, Somers VK, Rodriguez-Escudero JP, Hodge DO, Carter RE, Sochor O, Coutinho T, Jensen MD, Roger VL, Singh P, Lopez-Jimenez F. Normal-weight central obesity: implications for total and cardiovascular mortality. Ann Intern Med 2015; 163:827–835.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/26551006
  4. Capers PL, Kinsey AW, Miskell EL, Affuso O. Visual Representation of Body Shape in African American and European American Women: Clinical Considerations. Clin Med Insights Womens Health 2016; 9:63-70.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/27478392
  5. Okura T, Nakata Y, Yamabuki K, Tanaka K. Regional body composition changes exhibit opposing effects on coronary heart disease risk factors. Arterioscler Thromb Vasc Biol 2004; 24:923–929.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15016639
  6. Bueno-Notivol J, Calvo-Latorre J, Alonso-Ventura V, Pasupuleti V, Hernandez AV, Pérez-López FR; Health Outcomes and Systematic Analyses (HOUSSAY) Project. Effect of programmed exercise on insulin sensitivity in postmenopausal women: a systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials. Menopause 2017; 24:1404-1413.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28654627
  7. Kakoly NS, Khomami MB, Joham AE, Cooray SD, Misso ML, Norman RJ, Harrison CL, Ranasinha S, Teede HJ, Moran LJ. Ethnicity, obesity, and the prevalence of impaired glucose tolerance and type 2 diabetes in PCOS: a systematic review and meta-regression. Hum Reprod Update 2018; 24:455-467.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29590375
  8. Tripathy P, Sahu A, Sahu M, Nagy A. Ultrasonographic evaluation of intra-abdominal fat distribution and study of its influence on subclinical atherosclerosis in women with polycystic ovarian syndrome. Eur J Obstet Gynecol Reprod Biol 2017; 217:18-22.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28850821
  9. Wu P, Haththotuwa R, Kwok CS, Babu A, Kotronias RA, Rushton C, Zaman A, Fryer AA, Kadam U, Chew-Graham CA, Mamas MA. Preeclampsia and Future Cardiovascular Health: A Systematic Review and Meta-Analysis. Circ Cardiovasc Qual Outcomes 2017 Feb;10(2).
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28228456
  10. Wu P, Kwok CS, Haththotuwa R, Kotronias RA, Babu A, Fryer AA, Myint PK, Chew-Graham CA, Mamas MA. Pre-eclampsia is associated with a twofold increase in diabetes: a systematic review and meta-analysis. Diabetologia 2016; 59:2518-2526.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/27646865
  11. Alonso-Ventura V, Li Y, Pasupuleti V, Roman YM, Hernandez AV, Pérez-López FR. Effects of preeclampsia and eclampsia on maternal metabolic and biochemical outcomes in later life: a systematic review and meta-analysis. Metabolism 2020; 102:154012.
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/31734276

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